28 de febrero de 2015

What goes around, comes around...



















“Sí, ¡oh príncipe! Aunque en tu ilusión y personal engreimiento creas que podrás eludir el combate, no escaparás de los lazos del deber a que tu karma te ata, y harás sin remedio lo que obcecado no quieres hacer.”
Bhagavad Gita

"No os engañéis. Dios no puede ser burlado. El hombre cosecha lo que siembra". 
Gálatas 6:7 (Nuevo Testamento)





18 de febrero de 2015

Piscis: A orillas del final

Ágilmente el viejo subió al ómnibus y se sentó junto a la ventanilla. El viaje era largo y el calor atrapado dentro de la lata se pegoteaba en la piel de la gente. De todas formas, por dentro él sonreía. En la ciudad había un malhumor tenso que chorreaba sudor y hedor por todos lados, y que en forma de saliva salpicaba repugnantemente la pálida piel del viejo. De todas formas, por dentro el anciano sonreía.

En el asiento de adelante había una mujer vieja que se quejaba del clima, le parecía insoportable el calor. Hablaba compulsivamente con su hija, que con auriculares puestos le contestaba, parada frente a ella, con movimientos de cabeza, para luego largar largas verborragias sobre la mala relación que estaba teniendo con su pareja, su marido le parecía insoportable. Era evidente por los tonos despectivos de las voces, que no comprendían el fundamento de sus mutuas quejas. Por eso se generaban silencios, luego de los cuales volvían a hablar solas una a la otra.

En uno de esos silencios, el viejo pudo escuchar a un hombre sentándose en el asiento de atrás, que con una voz ronca discutía violentamente por teléfono. No respiraba, insultaba y denigraba groseramente a una mujer, no paraba de destratarla, y aparentemente la mujer lo permitía, porque de no hacerlo hubiese cortado la comunicación. Largo rato estuvo vociferando groserías hasta que el hombre cortó y se dispuso a bajar del ómnibus. El olor a mugre emergió junto a él cuando se levantó del asiento, pero quedó flotando en el aire un rato más. En ese mismo asiento se sentó luego una chica, de la que el viejo pudo oír el llanto triste que vomitaba sobre su teléfono. Entre llantos ella decía susurrando "...pero yo te amo, yo te amo...", para luego continuar vomitando lágrimas.

Definitivamente era un día de esos en que la gente se contagia mutuamente su podredumbre. Demasiada podredumbre, que bajo el sol infernal del verano, genera vapores que inundan la ciudad. El viejo, inevitablemente olía y escuchaba, pero no dejaba de sonreír por dentro. Se acercaba a su destino.

El ómnibus empezó a vaciarse, el aire de mar empezó a circular y el conductor ahora apurado por llegar a la terminal en la playa, doblada furiosamente las esquinas, aceleraba, frenaba de golpe, volvía a acelerar. Cruzó las últimas calles y al fin abrió las puertas. La gente desesperadamente se arrojó hacia afuera antes que el conductor terminara de gritar "¡Destino!", mientras el viejo, tranquilamente tomó su bastón, bajó, respiró hondo y se alejó.

Caminó hacia la playa y notó que la arena estaba caliente, y que el sol hacía fuego en su piel. Lentamente, saboreando cada segundo, se acercó al agua y ésta besó sus pies. Estaba fresca. ¡Cómo le gustaba escuchar el mar!

Oía graznar cada gaviota, escuchaba cada risa de la playa, sentía cada ola en lo profundo de su ser. Su corazón latía. Emocionado y vestido como estaba se metió en el agua hasta que las olas llegaron a su pecho. Por dentro ya no sonreía, reía a gritos. 

Fue en pleno éxtasis que comenzó a oír que le gritaban "¡Señor, señor!". Dos voces preocupadísimas venían a él tan rápido como podían.

- ¡Señor! ¿Está bien, señor? Siendo usted ciego no debería ir tan profundo. -decía uno de ellos, mientras lo sacaban.

- ¡Debería estar prohibido que los ciegos vengan solos! -gritaba la voz del otro muchacho.

- ¡Son un peligro! Aparte esta playa es muy peligrosa, ¡esto no es un riachuelo, es el mar!

Mientras hablaban, los dos muchachos arrastraban al viejo fuertemente de los brazos, hacia la costa. Él salió sumisamente, aunque nadie pudo evitar que se sintiera feliz. Tenía lágrimas en los ojos, ocultas detrás de sus lentes negros pero su sonrisa estaba a la vista de todo el mundo.

Nunca había oído el mar en su vida.



14 de febrero de 2015

Prefiero no preferir

Prefiero no preferir. El tiempo dirá,
que piedra caerá sobre mi cabeza.

Atado como estoy a la vida en que nací
acepté el sacrificio hace mucho tiempo.

Entonces porqué habría de intentar
siquiera pensar, lo incambiable no cambiará.

Decido no decidir, porque no hay qué decidir.
No queda más que hacerme cargo y recibir el marronazo.

¿Tan triste te suena aceptar tu destino?
¿O el autoengaño te es más fácil?

No señor, prefiero no preferir.




7 de febrero de 2015

Burbujas

Pequeñas burbujas de aire viciado
¡Y tanto desperdicio!
Todas ellas van a dar
al baúl sin fondo del olvido.

Veo esta sangre oscura
perdida en la oscuridad
que rodea tanto desperdicio.
¡Tanto desperdicio!

Pero nada hago, inerte floto.
Observo esta manifestación
absurda, caótica, estúpida
de vida insuficiente
de tiempo insuficiente
de palitos y piedritas
que nunca jamás podrán
alcanzar.

Alcanzar.

No alcanzo.
Se elevan y no alcanzo.
Se desperdician...
Se desperdician...