31 de marzo de 2016

Finale Magno

El final de este cuento es maravilloso. Es de lo mejor que escribí en mi existencia, una obra cuyo final es simplemente majestuoso. De hecho no me alcanzan los epítetos para describir semejante magnificencia y estoy totalmente convencido que ni al mismo Cortázar le alcanzarían las palabras.

Sí, estoy muy satisfecho con este cuento, es mi obra cúlmine, mi mayor aporte a la Literatura y sé que el final los dejará atónitos, cerraran los ojos y sentirán esa oleada de dulce amargura, esa euforia aplacada, ese cigarro después del orgasmo. Quiero que sepan que les dedico a ustedes, queridos lectores, este hermoso cuento, nacido de mi creatividad más pura.
Pero como no quiero ser presumido, con la humildad que tanto me caracteriza trataré de llegar a los corazones de todo el mundo a través de una editorial incipiente, unos muchachos emprendedores que merecen ser reconocidos a nivel mundial. A ellos también, les dedico estas letras.

He esperado muchas décadas por este momento. Cuando tenía cuatro años empezó mi ilusión, aquella tarde en la que con mi mejor caligrafía le escribí una carta al dueño de la editorial más importante del país, supe con plena certeza que llegaría lejos. Cómo muchos creen, no fue el hecho de que mi abuelo fuera el dueño de la editorial la razón por la que a los cinco años ya tenía mi primer cuento publicado, sino porque sus asesores, grandes críticos literarios de la época, elogiaron de forma unánime mi primera obra. No hablaré aquí de la grandeza que yo creía tener, porque como saben, soy una persona de gran humildad, por eso me remito a las palabras de esos magníficos sabios que rodeaban a mi abuelo: "Grandioso" decían, "Una imaginación digna de un genio", "Es el nuevo Rogelio Antúnez-Grava" me elogiaban.
Debo decir que en cambio, mi abuelo fue un fracaso como escritor. Lo recuerdo como un anciano muy triste, lleno de esa frustración que genera no haber sido publicado jamás. En su juventud había escrito su único cuento mientras estaba en el barco de emigrantes. Creo que se trataba de la muerte de un marinero en una tormenta eléctrica y había algo sobre una historia de amor como trasfondo. Es decir, un montón de lugares comunes que al presentarlos ante los editores de aquella época, naufragaron irremediablemente. Pero mi abuelo era persistente, como su madre lo había sido al salvarlo de una guerra y a ella dedicó el esfuerzo de crear su propia empresa editorial. De hecho lleva su nombre: Elvira S.A. Elvira había nacido en un pueblo pobre y tuvo once hijos, de los cuales cuatro murieron de hambre siendo muy pequeños, cinco cuando llego la guerra a la provincia y uno por accidente, al caer en un pozo de agua. Mi abuelo, el único que vivió, fue metido en la bodega de un barco contra su voluntad, ya que su deseo era quedarse en el pueblo con su joven amada, pero gracias a la enorme tenacidad de Elvira se salvó de una muerte segura, pues el pueblo fue totalmente destruido por una inundación incomprensible.
En resumidas cuentas, cuando mi abuelo me contaba la historia de sus antepasados, no podía dejar de ver esa enorme tristeza, sentía que su alma estaba incompleta porque a pesar de ser dueño de una editorial, su cuento jamás había sido publicado, siempre le sugerían cambiar esto, cambiar aquello y cuando amenazaba con mandarlo imprimir tal cual estaba escrito, sus asesores amenazaban con renunciar, pero mi abuelo no podía darse el lujo de perder semejantes críticos. Una y otra vez su barco naufragaba y su frustración debió haber crecido mucho, hasta el punto de negar su verdadero afán por ser publicado. "No me importa publicar mi cuentito", decía, "mi verdadero afán es encontrar al próximo Cervantes", e incluso llegué a escucharlo decir "No soy escritor, soy dueño de una editorial, lo cual es muy diferente".
Yo lo entendía, ¡claro que podía entenderlo! No es fácil saber que nadie leerá tus palabras, aún siendo un escritor mediocre, por eso es comprensible que haya tenido una vejez tan triste.

Su última voluntad antes de morir fue que publicaran mi segunda obra, una novela policial que se llama "El azar y la mentira", que aún pueden conseguir en algunas librerías. Tenía ocho años para entonces y he aquí el giro inesperado de éste cuento que aún siguen leyendo. Con la intriga no casual que he mantenido, he aquí la parte inesperada, el sobresalto, el momento en que el corazón se arruga: tenía ocho años cuando falleció mi abuelo. El ávido lector intuirá esa sorpresa muy cerca de su corazón y para aquel que es un poco más lento le diré lo que generó: una revolución.
Mi padre, nuevo dueño de la editorial me preguntó en ese entonces "¿Cuánto demoraste en escribir esta novela?" y yo le respondí "Una hora y media". A los pocos días tenía veintitrés novelas escritas, treinta y ocho cuentos cortos y un poema. El poema nunca fue publicado, porque me daba vergüenza, pero ahora que han pasado unos cuantos años lo saco de la oscuridad a modo de homenaje a la valentía y al despertar de la grandeza que todos llevamos dentro. Incluso de los mediocres.
A continuación transcribiré los versos de mi único poema, para llegar por fin al clímax tan esperado. Por eso, he aquí el poema y sus versos, he aquí la cumbre, ¡he aquí la gloria! He aquí el final de este cuento:

"Yo veo por la ventana
hacia tu floreado jardín
ansío la gran llegada
de tus labios de rubí.

Deseo tanto tu mirada
sediento de morir
por tus manos y en la cara
dibujar tu risa al fin."