20 de abril de 2014

Tauro: Big Charlie

Eran las cinco de la madrugada y Carlos se cebaba otro mate. Estaba sentado en el banco de siempre frente a la playa desierta, fumando un cigarrillo, esperando para entrar a trabajar. Tenía 22 años, era panadero y desde que trabajaba allí, repetía la misma rutina, fumar y tomarse unos mates sentado en la rambla, y luego si, empezaba a amasar. Ese día mientras metía la bandeja de masas en el horno se le ocurrió una idea. Estuvo emocionado y ansioso el resto de la jornada, y cuando regresó a su casa se puso a pensar un plan.

Un año después abrió su negocio propio, la idea empezó a funcionar de inmediato, y al poco tiempo los billetes llenaban sus bolsillos. Entusiasmado decidió hipotecar su casa, de manera que la inversión se multiplicó. A fin de año los ingresos fueron mucho mayores de lo imaginado, así que se compró un yate y un terreno en Punta del Este.

Carlos ya no era un empleado pobre que apenas podía llegar a fin de mes. En poco tiempo se había convertido en un hombre de negocios, manejaba cada vez mas plata y cada vez se hacía mas conocido en el mundo de los empresarios. Ahora su nombre y el de su idea aparecía en la radio, en la televisión y en los diarios. Producidos eslogans recorrían la ciudad, y hasta en la vecina orilla llegaba la fama de su empresa.

Con el tiempo y los años, su fortuna seguía aumentando a un ritmo insospechable, y parecía que su pequeño país no era suficiente para poder tocar sus limites. Así que decidió emigrar.

Diez años después, Carlos era el presidente de una multinacional con sede en Estados Unidos, tenía sucursales por toda Norteamérica, y también en Latinoamérica. Su capital era exageradamente inmenso y parecía que nunca terminaba de multiplicarse. Con el tiempo se propuso llevar sus productos a todo el mundo, lo cual parecía algo totalmente posible y
realizable. Por supuesto, lo logró, y su nombre era moneda corriente en todos los países del planeta, su cara era reconocida al instante por cualquier persona, y sus productos se consumían por millones.

"Big Charlie" como le decía la prensa internacional, se encontraba ahora a los 51 años, recostado en una silla playera, tomando sol en su estancia de California. Con su perfecto inglés le pidió una limonada a una sirvienta que pasaba y luego se tiró a la piscina. El agua fría le quitó el adormecimiento que el sol le había provocado, y sin proponérselo volvió a pensar en lo mismo de la noche anterior. Tampoco pudo evitar sentirse triste.

Se había casado años antes con una ex modelo, en parte como un juego y en parte para generar mas publicidad. Ya no sentían amor, si es que alguna vez lo habían sentido, pero eso no era importante para Carlos. Charlie la veía como un medio, igual que ella a él. No había rencores ni disputas, y habían sido felices de esa manera durante varios años.

Pero Carlos empezó a cambiar, y se empezó a fastidiar. Veía su cara por todos lados, en las revistas, en los diarios, hasta en las películas lo mencionaban. Las entrevistas casi diarias que tenía que soportar, los flashes de las cámaras siguiéndolo por todos lados, y la obesa mujer que ahora tenía al lado, hicieron que se agotara. Comenzó a preguntarse cuanto tiempo resistiría tanta publicidad. Sus quince minutos de fama ya habían seguido de largo y el se preguntaba hasta cuando.

Tiempo atrás había resuelto delegar su participación en el negocio, ya no cargaba con las grandes responsabilidades y ya no tomaba las decisiones. Se remitía a colaborar con los directivos y a utilizar, mientras podía, su gigantesca fortuna.
Un día, mientras fumaba un habano caro, mirando el cielo neoyorquino tuvo una idea, y al día siguiente, en su edificio en París, elaboro su plan. Tendría que simular su muerte y cambiar de identidad, pero antes hacer un giro de dinero hacia un banco local uruguayo.

Comparado con la idea inicial de su negocio, esto parecía un emprendimiento fácil, pero sin embargo no lo era. Crear una persona legal y matar a otra era mucho mas engorroso de lo hubo imaginado, y luego de investigar el tema a fondo lo rechazo. No era una idea realista.

Frustrado, tomó un avión a Brasil con una nueva idea. Apenas bajó, se dirigió hacia un banco y sacó varios miles de dólares, lo guardó en un maletín y se compró un auto. Condujo en la noche hacia Rivera y caminando por el campo evito a la zona fronteriza, una vez en suelo uruguayo y por medio de un autobús, llego a Montevideo.

Tenia 55 años, un maletín lleno de dinero, termo y mate que había comprado por el camino, y la cara reconstruida por un cirujano brasileño al que le pago muchos dólares para que se mantuviera callado. Era un viejo más en una ciudad de viejos, y nadie sospechaba que seria él, al que estarían buscando con tanto esfuerzo en todo el mundo, el centro de atención en los noticieros de todo el planeta. Solamente era un hombre que bajaba de un ómnibus con un maletín viejo y una camisa barata, disfrutando de un mate recién preparado.

No era nadie, no tenia documentos, ni familiares ni ninguna otra cosa. Estaba solo, exactamente como él quería estar en ese momento. Y ahora solo quedaban dos cosas por hacer, pasar por la panadería y comprar bizcochos, y luego sentarse a fumar y tomar mate en la rambla. Nada podía salir mal, presentía su felicidad al pasar por esa vereda, sentir el olor del salitre, sostener el humo en sus pulmones y mirar la anchura de la bahía... estaba en casa de nuevo.

En ese momento la ciudad oscurecía bajo la sombra de los edificios, y él se dirigía caminando hacia la dichosa rambla, pero algo estaba mal. Sintió un filo en el brazo, se dio vuelta, y en ese segundo por el otro lado salía corriendo un niño chico con una navaja en una mano y el maletín de Carlos en la otra.


... 

 














2 comentarios: