23 de agosto de 2014

Virgo: La cajita

En el hospital, él levantó la mirada, y ella traspasó el vidrio de la ventana, y voló por entre grúas y altos edificios. Pasó por arriba de avenidas llenas de cuerdos y llegó a la costa.

Se detuvo allí observando el cielo, y entre pastos y lágrimas se dejó invadir por el pánico, el terror, el miedo de ser. Se dejó absorber por sensaciones de raíces profundas y no lo pudo evitar. No veía una forma de esquivar estos sentimientos tan hondos, pero realmente no quiso evitarlos. No, esta vez no escapó. 

Luego de un indefinido momento, guardó en sí misma esta imagen para no perderla, para que sea infinita, pero no se fue rápidamente del lugar; durante otro tiempo indefinido, la mirada permaneció allí, contemplando este tibio cielo otoñal, de nubes en forma de franjas rojas, altas, lejanas, solemnes y llenas de sangre. Nubes que se iban hacia alguna unidad original, mas allá del horizonte, lenta e inexorablemente...

Él cerró la cajita de madera, que sonó tenue y seca, la posó en su falda y acomodó sus sabanas, sin quitar los ojos de la ventana. Parpadeó, luego cerro los ojos, y ella recorrió el camino de vuelta, atravesó avenidas, edificios, grúas, traspasó la ventana de persianas blancas para finalmente posarse pesada, agobiada y aburridamente sobre las blancas sábanas de la cama de metal.





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