4 de abril de 2015

Paredes y espejos

Un día Ernesto escribió un libro y el personaje de ese libro era escritor y le pasaban muchas cosas que a Ernesto también le habían pasado y estaba escrito con el corazón y cuando lo terminó se sintió bien.

Ernesto no era escritor, pero escribía. Había momentos en que sentía una presión como ajena y cuando quería acordar estaba con su cuaderno inventando historias y personajes, pero la mayor parte del tiempo hacia otras cosas y con sus historias no hacía nada, quedaban fríos en sus cuadernos. Era pintor de paredes, tenía un perro y le gustaba comer fideos con queso, de su vida no había mucho más que contar, hasta que llegó una mala temporada. Llovía mucho, había mucha humedad, no se podía pintar afuera y por eso pasaba mucho tiempo solo en su pequeña casa. Ya las paredes vacías comenzaban a reflejar su blanco hastío, cuando en una película algo se movió dentro de él. La película que Ernesto vio esa noche se trataba de un escritor, un perdedor que había escrito un libro exitoso pero que luego de 20 años no había escrito nada más porque no había vivido nada más. Se sintió identificado, y la vacuidad que sentía el personaje se fundió con la de él. Cuando la película llego a un nudo y a un final y terminó, el también llegó a un nudo, a un final y terminó.

Eran las tres de la mañana cuando apagó la televisión y terminó con su vida. Murió alegóricamente, dejó detrás su cascara hueca y salió a la calle. Allí se encontró con la vida. Estaba en la esquina a pocos metros de su casa, con forma de mujer. Ella lo miró y él se acercó. Le dijo que no tenía plata pero que solo quería salir a pasear con ella. Ella le respondió que no, porque estaba trabajando, pero que venga al mediodía que lo iba a esperar. El hombre deambuló por la ciudad como un fantasma borracho, se hizo la mañana y el mediodía y allí estaba él, en la esquina de su casa, esperando por su compañera, que nunca llegó. Con su soledad agigantada volvió derrotado y con sueño a su pequeña cama. Se durmió y soñó con niños que leían sus cuentos y le decían que querían ser escritores, como él.

Cuando despertó se puso a escribir, pero tardó 20 años en escribir un éxito y después murió. Pero he aquí que el éxito que escribió lo hizo famoso en todo el mundo y un día hicieron una película basada en su libro, y el actor que interpretaba el papel principal, el del escritor que quería publicar un éxito, se identificó mucho con el personaje, porque él también quería ser famoso. Su actuación fue memorable, y aunque nunca volvió a actuar a ese nivel, ni ha recuperado la fama que logró con la película, su papel le dio vida a la película, un brillo especial. Ese brillo fue el que inspiró a volver a escribir a una mujer que hacía mucho tiempo que no escribía y no era famosa, y no quería serlo. De hecho la mujer se sentía muy sola y volver a escribir la llenó tanto, que murió feliz, alegóricamente, por supuesto.


Claro que los poemas que escribía esa mujer, debieron ser editados, debió ser famosa, pero lamentablemente el resto del mundo se perdió de sus rimas. El punto es que la mujer soltó su cascara hueca y decididamente salió a la vida con un nuevo objetivo, conocer a Ernesto. Nunca lo encontró porque ya estaba muerto, pero en realidad se habían conocido una noche ahora lejana.




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