Un día Ernesto escribió un libro
y el personaje de ese libro era escritor y le pasaban muchas cosas que a
Ernesto también le habían pasado y estaba escrito con el corazón y cuando lo
terminó se sintió bien.
Ernesto no era escritor, pero
escribía. Había momentos en que sentía una presión como ajena y cuando quería
acordar estaba con su cuaderno inventando historias y personajes, pero la mayor
parte del tiempo hacia otras cosas y con sus historias no hacía nada, quedaban
fríos en sus cuadernos. Era pintor de paredes, tenía un perro y le gustaba
comer fideos con queso, de su vida no había mucho más que contar, hasta que
llegó una mala temporada. Llovía mucho, había mucha humedad, no se podía pintar
afuera y por eso pasaba mucho tiempo solo en su pequeña casa. Ya las paredes
vacías comenzaban a reflejar su blanco hastío, cuando en una película algo se
movió dentro de él. La película que Ernesto vio esa noche se trataba de un
escritor, un perdedor que había escrito un libro exitoso pero que luego de 20
años no había escrito nada más porque no había vivido nada más. Se sintió
identificado, y la vacuidad que sentía el personaje se fundió con la de él.
Cuando la película llego a un nudo y a un final y terminó, el también llegó a
un nudo, a un final y terminó.
Eran las tres de la mañana cuando
apagó la televisión y terminó con su vida. Murió alegóricamente, dejó detrás su
cascara hueca y salió a la calle. Allí se encontró con la vida. Estaba en la
esquina a pocos metros de su casa, con forma de mujer. Ella lo miró y él se
acercó. Le dijo que no tenía plata pero que solo quería salir a pasear con
ella. Ella le respondió que no, porque estaba trabajando, pero que venga al
mediodía que lo iba a esperar. El hombre deambuló por la ciudad como un
fantasma borracho, se hizo la mañana y el mediodía y allí estaba él, en la
esquina de su casa, esperando por su compañera, que nunca llegó. Con su soledad
agigantada volvió derrotado y con sueño a su pequeña cama. Se durmió y soñó con
niños que leían sus cuentos y le decían que querían ser escritores, como él.
Cuando despertó se puso a
escribir, pero tardó 20 años en escribir un éxito y después murió. Pero he aquí
que el éxito que escribió lo hizo famoso en todo el mundo y un día hicieron una
película basada en su libro, y el actor que interpretaba el papel principal, el
del escritor que quería publicar un éxito, se identificó mucho con el
personaje, porque él también quería ser famoso. Su actuación fue memorable, y
aunque nunca volvió a actuar a ese nivel, ni ha recuperado la fama que logró
con la película, su papel le dio vida a la película, un brillo especial. Ese
brillo fue el que inspiró a volver a escribir a una mujer que hacía mucho
tiempo que no escribía y no era famosa, y no quería serlo. De hecho la mujer se
sentía muy sola y volver a escribir la llenó tanto, que murió feliz,
alegóricamente, por supuesto.
Claro que los poemas que escribía
esa mujer, debieron ser editados, debió ser famosa, pero lamentablemente el
resto del mundo se perdió de sus rimas. El punto es que la mujer soltó su
cascara hueca y decididamente salió a la vida con un nuevo objetivo, conocer a
Ernesto. Nunca lo encontró porque ya estaba muerto, pero en realidad se habían
conocido una noche ahora lejana.
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