29 de octubre de 2015

Sangre azul

Refinadamente paseó su nariz
disfrazado de pueblo, el Rey.
Tapó su brillante corona
con una boina barata.

Todos van y vienen, todo va y viene
excepto él, que en su cima está solo.
Por eso voló bajo esa vez,
pero encontró un flechazo mortal.

Envenenado de envidia, el arquero apuntó
al orgullo mas alto, a la dignidad de ser,
y la nariz mas refinada se hundió en el barro.

Y así murió perdido
entre manos ajenas y sucias
bañado en lagrimas falsas
tirado en un cajón de pino
y olvidado como un disfraz
usado y tirado en un rincón.



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